Susurros desde las profundidades
Una tablilla hundida en las profundidades del mar. Tiene una hermosa caligrafía escrita en tinta dorada, que entreteje los innumerables pensamientos del autor sobre un viejo amigo.

Susurros desde las profundidades

A cierto pez que se esconde bajo el agua:

Han pasado casi cincuenta años desde que el maremoto te sumergió. Parece que el tiempo se mueve mucho más rápido que las corrientes del océano.

Después de que te fuiste, me volví adicta a los baños, tal vez porque el Palacio de Mármol, sin peces nadando, se llenó de más fragancias. También entendí por qué cierta persona amaba tanto nadar en el mar: el agua en movimiento pueden hacer desaparecer el cansancio y las preocupaciones.

Pero lamentablemente, mis oídos extrañan ciertas melodías encantadoras. Es tu culpa por estar siempre tarareando a mi lado, ahora no puedo apreciar el canto de otros artistas. Qué crimen abyecto, hacer que una semidiosa del Romance no pueda disfrutar la belleza de la música. ¿Cuándo expiarás esa falta?

Sin embargo, últimamente he vuelto a percibir un olor familiar a pescado en la piscina. ¿Será que tu añoranza por cierta semidiosa ha estado visitando este lugar en secreto?

Qué pez tan terco. Si tanto me echas de menos, ¿por qué no dejas esas aguas estancadas y muertas para encontrarte conmigo una vez más? He dominado los poderes divinos del Romance, y mis creaciones ahora son resistentes al agua salada y a las espadas. Sin embargo, no he encontrado a nadie digno de ellas. Quizás solo tu figura sea capaz de hacer justicia a la artesanía de una semidiosa.

He tejido muchísimas prendas nuevas y las he escondido en la habitación secreta de mi mansión, ya sabes a cuál me refiero. Si algún día regresas a Oqueima, no olvides llevártelas. Estos vestidos no fueron tejidos para ti, pero prefiero que las llamas los reduzcan a cenizas antes de que adornen a personas viles.

Para ser sincera, no sé si llegarás a leer esta carta. Las cuarenta y nueve anteriores tampoco obtuvieron respuesta. ¿Acaso estoy usando una forma de envío incorrecta?

Tu sacerdotisa me dijo que, si sumergía una losa en las profundidades marinas de Estisia, su semidiosa la percibiría. Quizás debería hacer como la emperatriz y hundirla en el mar por engañar a la nobleza, como sacrificio a ti y a tus cardúmenes. Pero a ti no te agrada la sangre de los mortales, siempre te lavabas todo el cuerpo para quitarte las manchas de sangre después de un asesinato. Así que mejor le perdonaré la vida.

Me avergüenza admitir que ni siquiera mientras la maldición corroe mis emociones puedo ser tan decisiva como la emperatriz, capaz de silenciar para siempre a los súbditos que no atienden a razones. A través del hilo dorado, aún sigo notando el dolor de la gente en medio de la calamidad y percibo la amargura que ondula en sus corazones. Según dice nuestra/o distinguida/o visitante de más allá del cielo, esta compasión llevó a la desgracia a otra versión de mí misma. Esto me preocupa, pero también me alegra. Incluso si pasaran mil años más, no me convertiría en otra emperatriz, pero tampoco en una fría estatua divina.

Hoy en día, tanto los militares como los civiles me observan con atención. La mirada colectiva sobre un líder es más intensa que cuando miran a una semidiosa, y me resulta difícil escapar de su calor abrasador por un momento. Solo en la piscina vacía, ante la sonrisa de mi maestra, y en estas cartas que te envío sin saber si podrás leerlas, puedo librarme de esta pesada carga y disfrutar de un momento de frescor.

En realidad, el hilo dorado a veces puede captar las vibraciones del destino y me susurra sobre el final del camino del destino, un final que ya está cerca. Aunque el Teoros está encadenado por las leyes, su poder supera con creces al de los Titanes. Después de medio siglo, su poder y el nuestro ha aumentado y disminuido. Se aproxima una gran batalla, y con ella, una gran derrota.

Pero no pierdo la esperanza, pues esa sacerdotisa del Tiempo trajo consigo promesas: la promesa de que ella y quienes vengan detrás asumirán las responsabilidades del futuro; la promesa de que los héroes que luchan hasta su último aliento podrán contener el crecimiento de la desgracia; la promesa de que el salvador que partió regresará y entonará para nosotros el himno de la victoria.

Quiero creer en su promesa. También creo que... No, exijo que asumas una nueva responsabilidad en el futuro, que te unas a una nueva travesía. Espero que mi capricho pueda reemplazar el decreto real y dar una nueva dirección a un pez desorientado.

Aunque ya he dicho todo esto y no debería lamentarme más por el destino, las aguas de mi corazón aún se remueven descontentas...

Si pudiera acompañarte una vez más a un festín en estos años tranquilos y efímeros...

Si pudiera aprender de ti una técnica más con la espada en la ciudad que defendías...

Si pudiera ofrecerte un último consejo la noche antes de que partieras hacia la batalla...

Si pudiera oírte cantar una vez más en el futuro...

Qué maravilloso sería.


Aglaea