Críticas de Arte de Louis
Una serie de diarios escritos por Louis que incluye críticas de arte de las obras del artista Sharlotte.

«La noche del cosmos majestuoso»: el amanecer de los sueños y la libertad

01. «La noche del cosmos majestuoso»: el amanecer de los sueños y la libertad

Autor: Louis Rice

Como capítulo inicial de esta serie de críticas, hemos elegido la obra «La noche del cosmos majestuoso».

Se trata de una obra representativa del período inicial del famoso pintor Sharlotte e igualmente el motivo de inspiración del título de esta serie de ensayos.

Al igual que sus otras obras más tempranas, esta pintura no ha recibido los elogios y el reconocimiento que merece hasta el día de hoy, todo porque aún no ha mostrado su estilo caleidoscópico de ensueño único. Deseo expresar mi más profundo pesar por esta situación.

Consideremos primero la pintura en sí. Bajo un vasto y brillante cielo estrellado, un faro negro que simboliza la civilización y el orden humanos se erige frágil e insignificante, como un pequeño barco a la deriva en un océano sin límites. Bastaría una simple tormenta o un maremoto para borrar por completo cualquier rastro de su existencia sobre la faz de la tierra.

Y la composición de esta imagen se basa en líneas exageradas que fluyen perpetuamente como una espiral. Estas líneas lo devoran todo como olas espumosas, girando; agitando y sacudiendo su entorno; construyéndolo y deconstruyéndolo todo a la vez.

En cuanto a la técnica, las pinceladas del artista en esta época de su desarrollo creativo estaban todavía en ciernes, y evidente era la inmadurez de su paleta. De hecho, en comparación con el estilo onírico de obras posteriores, es evidentemente su obvia inclinación demasiado "conservadora y fotorrealista". En esta pintura, sin embargo, podemos vislumbrar fácilmente las reflexiones del artista sobre las personas y el mundo.

"Cuando miramos las estrellas, ¿qué estamos mirando?".

Cada vez que alzamos la vista y contemplamos el vasto e inescrutable universo, inevitablemente nos enfrentamos a nuestra propia insignificancia. Los humanos, o mejor dicho, todas las civilizaciones con vida inteligente, no son, después de todo, más que la frágil y fugaz llama de una vela ante el insondable poder de la naturaleza.

Sin embargo, en esta pintura, todos los fenómenos del mundo, ya sea el eterno cielo nocturno, el universo sinfín, el insignificante faro que simboliza a la humanidad o el rayo de luz que emite el faro, son fundamentalmente líneas retorcidas garabateadas al azar bajo los designios de la ley imaginaria.

Venimos de las estrellas y no somos diferentes del polvo espacial. Todo en este mundo, en última instancia, carece de sentido.

Entonces, en semejante tono frío y vacío, ¿qué respuesta nos ha dado nuestro pintor?

Echemos un vistazo a los misteriosos tonos violetas que salpican el cielo nocturno índigo. Las constelaciones emiten esta suave luz de color amarillo pálido. Dichas luces contrastan y armonizan mutuamente con la llama del faro, por lo que nos transmiten la inquietante alegría del paso del tiempo, pero también la calidez encendida en esta prolongada y gélida noche.

Gracias a estos colores, esas líneas desordenadas ya no lucen frías y despiadadas, porque son fieles a la naturaleza. Todavía fluyen, dando vueltas de un lado a otro, sin detenerse nunca, pero emanan un suave halo como consecuencia de esta contaminación de calor humano, aportando un toque de vida al vasto y tranquilo cielo nocturno.

Incluso si la realidad no es más que un sueño... Incluso si el universo no fue creado para la humanidad... Todavía en ese supuesto necesitamos perseguir un pedazo de cielo para nosotros mismos, ya sea en una pintura o en nuestros sueños.