El rey de los puños: la saga de Aquila
Lectura de entretenimiento descubierta en la biblioteca de Filia. Puede que pertenezca a la categoría de... ¿fantasía?

El rey de los puños: la saga de Aquila

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Se sacudió el polvo que se había posado sobre él, ajustó su atuendo y se irguió con firmeza para enfrentar al águila gigante en un tenso duelo de miradas.

"¡Ja! ¿Crees que derrotar al taciturno Georios te convierte en alguien? Humano, te aconsejo que...".

El rey divino guardó silencio, clavando su mirada en los mil ojos de Aquila. Lentamente, alzó su brazo derecho, con cuatro dedos juntos, y con un gesto simple, hizo un leve ademán hacia la colosal entidad frente a él.

"¡Payaso arrogante! ¡Pagarás caro por tu insolencia!".

La furia de Aquila estalló, y su imponente figura comenzó a irradiar un calor abrasador. En un instante, sus enormes alas vibraron a una velocidad imperceptible. ¡Mil plumas afiladas como espadas se dispararon al unísono, surcando el aire directo hacia el rey divino!

Como bien es sabido, las plumas del Titán del Cielo pueden atravesar el hierro y acero con facilidad, y ni hablar de la carne mortal. Su abrumadora densidad no dejaba espacio para la evasión.

La tormenta de hojas letales se precipitó con furia, y el tiempo pareció detenerse. Aquila agudizó sus reflejos, anticipando cada movimiento de aquel arrogante ladrón que osaba desafiarle.

Al ver que el rey divino estaba en ventaja, Aquila pensó: ¡Solo puede hacer dos cosas! ¡Esquivar hacia la izquierda o derecha, o defenderse con todas sus fuerzas! ¡Pero ninguno de estos movimientos funcionará! Las cuchillas emplumadas danzarían con el viento, alterando su trayectoria. Por más veloces que fueran sus movimientos, lo seguirían implacablemente.

¿Quién iba a pensar que el rey divino nunca se apartaría? En su lugar, avanzó de frente, atrapando con dos dedos la primera cuchilla emplumada que se le vino encima. Con un giro veloz, trazó una espiral en el aire y la devolvió a una velocidad supersónica.

La cuchilla emplumada se curvó con el viento y se adentró en la tormenta. Sin la menor desviación, su filo se encontró punta con punta contra otra pluma de acero afilado.

"¡Ding!".

Las plumas se desviaron a ambos lados tras el impacto, chocando con otras plumas y volviendo a desviarse de su trayectoria.

"¡¡¡Ding!!!".

El agudo choque de las plumas resonó a un ritmo irregular, desatando una reacción en cadena. Una tras otra, la fuerza de cada cuchilla emplumada se disipó, desvaneciéndose inofensivamente en el aire. ¡Con una sola pluma, el rey divino había anulado por completo la tormenta de alas afiladas!

¡¿Cómo puede un mortal tener habilidades tan increíbles?!
Sin embargo, como seres de esencia divina, no permitieron que aquello los perturbara. Aprovechando el instante en que las plumas dispersas nublaban la visión de su adversario, descendieron con furia. Sus garras, afiladas como grandes espadas de acero, se abatieron en un golpe certero, buscando poner fin al combate de un solo ataque definitivo.

"¡¡Bum!!".

La enorme garra golpeó justo en el corazón del rey divino, y el impacto hizo que en el suelo se abriera una gigantesca brecha.
"¡No!", pensó Aquila. "Esta sensación es un poco extraña... ¿Es que no golpeé con suficiente fuerza? O quizás...".
Pero cuando miró más de cerca, no pudo creer lo que estaba viendo. El rey divino sostenía la enorme garra, que era varias veces más grande que su cuerpo, ¡como si fuera un objeto común!

Las incontables plumas blancas flotaban en el aire, dibujando un inquietante contraste contra la quietud mortal del campo de batalla. El águila gigante, antaño poderosa e intocable, quedó paralizada por el asombro por primera vez en mil años. Murmurando con incredulidad, dijo:

"¡No es posible! Incluso si se enfrentara a Georios, tendría que esconderse de mi puño de acero. ¡¿Qué demonios eres?!".

"¿Acaso no te has hecho ya una idea de la respuesta? Un mortal sin más, solo eso".

"¡¡¡Maldición!!!".

Aquila intentó retirar sus garras, pero bajo el control del rey divino, estaba como congelado, totalmente inmóvil. Su rostro se ensombreció...

Al ver esto, el rey divino pareció sonreír. Apretó los dedos de su mano libre y luego, a una velocidad que ni siquiera la visión de un Titán podría percibir...

Lanzó un puñetazo con todas sus fuerzas.

"¡¡¡BUM!!!".

En un instante, ¡el cuerpo divino se desintegró!

Una ola de fuerza sacudió los cielos, haciendo temblar los muros de acero divino y resquebrajándolos en múltiples lugares. ¡El templo sagrado se tambaleaba al borde del colapso!

Desde ese momento, ¡el reino celestial dejó de existir! El pueblo de Amphoreus ya no sufriría más la tiranía de los cielos. Y todo esto fue posible gracias a los poderosos golpes del rey divino... No, ¡gracias a un solo puñetazo!

Los dioses Titanes de tierras lejanas sintieron la muerte de su compañero y emitieron un rugido de furia. ¿Quién puede detenerlo? ¿Cómo detenerlo?

No sabían que, por muy poderosos que fueran, seguían siendo limitados por los deseos de los mortales.

Al igual que antes de la batalla, se ajustó sus atuendos.

"... Felicidades, Aquila. Llegaste al final. Eres muy fuerte, lo suficiente como para ser digno del título de 'Titán del Cielo'".

Ignoró los muros de piedra derrumbándose a su espalda y avanzó hacia la salida del templo. Sus pasos eran firmes, pero la decepción en su rostro era inconfundible.

"Pero el único error que cometiste fue no haber sabido satisfacerme hasta el final".


Siguiente capítulo: «Combate contra Nikador» (próxima entrega en pausa).