Carta para la familia
Carta de afecto de una madre a su hijo. Parece que contiene el pasado de la familia.

Carta para la familia

Mi querido hijo:

Cuando me preguntas cómo vivían nuestros ancestros en el cielo, siempre digo que es una historia demasiado larga para contarla en un instante. Hoy, en este raro momento de tiempo libre, quiero escribir algunas historias de nuestra familia para dejarlas como recuerdo.

¿Sabes? Nuestros ancestros tenían un mercado como el de Oqueima. En los pasadizos en los que la luz del día y de la noche se encontraban, personas de diferentes tribus se reunían para intercambiar bienes. El pueblo de la Luz traía lana de nubes secada al sol, el mejor material para tejer. El pueblo de la Lluvia se dedicaba a vender rocío cristalizado. Decían que, al aplicarlo en la piel, le daba un brillo radiante. Y el pueblo del Invierno vendía sus caramelos cristalizados, que se derretían lentamente en la boca y dejaban un dulzor que dura todo un día.

Cuando era pequeña, me encantaban las historias sobre el mercado. Tu abuela decía que allí no solo se vendían cosas, sino que también había gente que se subía a escenarios improvisados para actuar. Lo más popular eran las canciones del pueblo del Invierno, que hacía que los copos de nieve bailaran al ritmo de sus canciones. El pueblo de la Lluvia, por su parte, era bueno acompañando con el ritmo de los truenos.

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Nuestra comida tradicional era mucho más interesante que la de Oqueima. Cada tribu tenía sus propias peculiaridades. El pueblo de la Luz, por ejemplo, celebraba un banquete a plena luz del día al mediodía. Utilizaba un cristal especial para reflejar la luz del sol y asar la comida hasta que estuviese dorada. El pueblo de la Lluvia, en cambio, prefería comer cuando había tormenta. Decían que el aire de ese momento era el más fresco, y que hasta la leche de oveja de las nubes sabía mejor.

Pero lo más destacado era el festival de té del pueblo del Invierno. Colocaban una larga mesa entre las ramas de los árboles cubiertos de flores heladas, y bebían un té hecho con la luz de las estrellas. El té era transparente cuando se vertía en una taza, pero se volvía de colores al calentarse. Había un chiste muy conocido entre los habitantes del pueblo de la Lluvia: un día, un miembro del pueblo estaba tan emocionado durante una fiesta del té que estornudó y congeló todo el té de la mesa.

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A los niños también les gustaba jugar, pero sus juegos eran muy diferentes a los nuestros. El juego más popular era el de perseguir la luz. Los niños se dividían en equipos y corrían entre las nubes iluminadas por la luz del sol. Los niños del pueblo de la Luz eran los corredores más veloces; los del pueblo de la Lluvia destacaban por encontrar atajos, mientras que los del pueblo del Invierno eran famosos por sus movimientos estratégicos e inesperados.

Había otro juego llamado "Danza de cometas". Los participantes tenían que volar entre las nubes con el viento. Era una forma muy práctica de entrenar habilidades de vuelo. Tu abuelo me dijo una vez que cuando era joven era un experto en este juego. Una vez voló entre tres nubes de un respiro en una competición y fue muy elogiado.

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Cuando el brillo de Aquila era más radiante, nuestros ancestros celebraban el festival de la Luz celestial. Todas las tribus se reunían para celebrarlo, a pesar de sus diferencias. Los habitantes del pueblo de la Luz eran los encargados de tejer las cintas de luz brillante, los habitantes del pueblo de la Lluvia creaban puentes de nubes multicolores, y los habitantes del pueblo del Invierno dejaban caer desde lo alto unos copos de nieve deslumbrantes. El mural entero era multicolor y tan hermoso que la gente se quedaba sin aliento.

Sin embargo, el más animado de todos era el festival del Alba y el crepúsculo. Se celebraba para conmemorar el sol de la mañana y la luna de la noche, y era un importante momento de intercambio entre diferentes tribus. La gente llevaba su comida favorita y compartía historias sobre los sucesos del año. Los habitantes del pueblo de la Luz siempre hacían una actuación con luz, haciendo que los rayos del sol fluyeran entre sus dedos. Los habitantes del pueblo de la Lluvia danzaban entre truenos, bailando al son de los relámpagos. Por último, los habitantes del pueblo del Invierno cerraban el festival con una actuación musical con sus instrumentos de cristal de hielo. Dicen que su música era capaz de hacer que todo el cielo resonara.

Ahora que estoy escribiendo, no puedo evitar recordar lo que solía decir tu abuela: "Aunque vivamos en el suelo, podemos sentir la bendición de nuestros ancestros al levantar la mirada hacia el cielo".

Tal vez, algún día, cuando las cicatrices de Aquila sanen, volvamos a nuestro hogar entre las nubes. Pero hasta entonces, valoremos la vida que tenemos ahora y atesoremos estas historias; son nuestro legado más preciado.

Tu madre, que te ama eternamente