El amor prohibido: el árbol y la mariposa
Lectura de entretenimiento descubierta en la biblioteca de Filia, en el Soto. Puede que pertenezca a la categoría de... ¿romance histórico?

El amor prohibido: el árbol y la mariposa

Ella caminaba por el mar de flores, intentando encontrar ese rincón donde revoloteaban las alas de mariposa, pero no lo consiguió.

"Cer, he oído... que cada flor tiene su propia floriografía".
"En términos generales, esa percepción es correcta".

Ella escuchaba su voz, pero no veía quién le hablaba. Aun así, Cerces no le dio importancia. Respondió con calma a su estudiante más especial mientras observaba a su alrededor.

"¿Cuál es tu floriografía?".
"Me temo que no soy una flor, sino un árbol".
"Humm...".

Obviamente, esta respuesta no la dejó satisfecha. Entonces, escuchó un gruñido de insatisfacción y decepción, y tuvo que añadir otro comentario.

"Bueno, si hablamos metafóricamente... creo que sería la 'inteligencia'".

Ya casi había logrado su objetivo. Debía estar por ahí cerca. Solo tenía que encontrar un cebo adecuado para atraerla.

"¿Inteligente, pero romántica?".
"Humm... Tal vez es porque yo... ¿hiberno? Verás, en mis largos sueños he hecho promesas a innumerables amantes".
"¿En serio?".

La muchacha de las alas de mariposa se levantó de entre los árboles frente a Cerces, y la sorprendió. Después de todo, la distancia entre ambas era prácticamente inexistente.
Al observar el rostro de Mnestia de cerca, la luz de sus labios se reflejó en sus ojos. En ese instante, una pizca de carmesí brilló en la cara de Cerces, casi imperceptible para los demás.
Por supuesto, este cambio solo duró un instante. Después, Cerces la tomó de la cintura y la sacó del arbusto como si fuera un rábano.

"Claro que no. Te atrapé".

Al colocarla en el suelo, la encarnación del árbol gigante acarició suavemente las alas de mariposa con los bordes de sus hojas y confirmó que se encontraba en condiciones normales antes de retirarse lentamente.
"Entonces... ¿ya vas a decírmelo? ¿Por qué te escondes de mí?".
"...".

¿Pueden dejar de hacer ruido en mi jardín de sereniflores?
Una voz helada interrumpió sus pensamientos. Para la maestra del jardín, la encarnación de la muerte, este ambiente tan animado era realmente algo parecido a un enemigo natural.

"Lo siento... Ya nos vamos. Gracias por escucharme, Tánatos. Vamos, Cerces, regresemos al Soto".
"Sí... Lo siento, Tánatos. Lamento haberte molestado".
"Ustedes dos, de verdad... Ay. Bueno, Cerces".
"¿...?".
"... Ya te diste cuenta, ¿cierto?".

Un sabor amargo se extendió de nuevo por su boca. Cerces permaneció en silencio, solo asintió con la cabeza y se despidió de su vieja amiga.

Mnestia no dijo ni una sola palabra en todo el camino de vuelta al Soto. Tras intentar preguntarle una vez sin obtener respuesta, Cerces no tuvo más remedio que concentrarse en el camino que tenían por delante.

De pronto, escucharon unas voces que las hicieron molestarse.

"¿Y qué tiene que sea una genio? Es...".
"Qué miedo...".

Una persona muy rígida se acercó rápidamente. Era ███, la fuente de toda su molestia.
Mnestia le sonrió a Cerces y se dio la vuelta para marcharse.

███ lanzó una mirada penetrante hacia la chica de las alas de mariposa que se estaba marchando, y luego volvió a mirar a Cerces.

Primero llegaron los informes administrativos y las charlas sin espíritu, y luego las discusiones que parecían ataques personales...

"De verdad entiendes...".
"No necesito entenderlo. Te lo diré sin rodeos, Cerces".
"¿No te parece extraño declararle tu amor a tus estudiantes, o incluso a tus propias creaciones?".
"¡Bam!".
Esta era la primera vez que la razón permitía que las emociones gobernaran su mente. Sentía la palma de su mano como si hubiera quemado el centro de un árbol.

Cerces oyó un sonido familiar, pero extraño, que procedía de un lugar no muy lejano. Quiso ver de dónde provenía el sonido, pero las palabras que resonaban en sus oídos la hicieron dudar.
Se sentía un poco desconcertada, y la imagen de la joven que había visto no dejaba de aparecer y desaparecer de su mente.

Cuando tomó una decisión, ya habían pasado tres horas ocultas.
El árbol gigante se acercó a la crisálida dorada y llamó el nombre de su amada. Luego, se quedó inmóvil, como si se hubiera congelado.

No quedaron rastros de la joven de las alas de mariposa que vivió aquí.
La inscripción en la mesa decía: primera y última carta de amor de una doncella.

"Te amo, Cerces. Ya recibí el regalo de graduación, así que, por favor, olvídate de mí".