Confesiones
Notas finales de un sacerdote desconocido, escondidas en un rincón secreto del templo y descubiertas años después.

Confesiones

No sé cuánto tiempo me queda de vida. Veo la marea oscura invadir el templo. Este lugar se convertirá en ruinas, y yo, en mi vejez, nada puedo hacer. Pero antes de morir, debo escribir estas palabras. No para pedir un perdón absurdo, es solo que no quiero partir con estos secretos: no deseo cruzar el río Estigia torpemente cargado de cadenas para luego hundirme en sus aguas por toda la eternidad.

Han pasado cincuenta y tres años.

He pasado la mayor parte de mi vida en Janópolis. Desde que era un ingenuo aprendiz de sacerdote hasta que me convertí en un sumo sacerdote, y ahora en un anciano que se esconde entre las ruinas. En mi juventud, creía estar realizando una labor sagrada y que dedicaría mi vida al servicio de los Titanes, pero al final descubrí que solo era un mortal consumido por la codicia.

O quizás nuestras acciones eran, en esencia, una profanación a los Titanes. No, tal vez "profanación" no sea la palabra correcta. Lo que hicimos es más complejo. Recuerdo... cuando una joven Doncella Sagrada entró por primera vez al Salón de las profecías, realmente pudo sentir cierto poder. Lo he visto muchas veces: sus ojos se vuelven vacíos, sus cuerpos tiemblan levemente y pronuncian palabras que ni ellas mismas comprenden. Ese es el verdadero oráculo, susurros que provienen del otro lado de la Puerta del Infinito. Pero tales profecías siempre eran oscuras y llenas de imágenes contradictorias. Era precisamente esta ambigüedad lo que nos permitía interpretarlas.

Al principio, solo... hacíamos unos pequeños ajustes. Como un jardinero que poda las ramas, eliminábamos suavemente las partes inapropiadas de la profecía y enfatizábamos las advertencias útiles. ¿Quién podría decir que esto estaba mal? Después de todo, las profecías caóticas solo causan pánico, mientras que los oráculos organizados sirven para guiar a la gente.

Pero el poder es algo extraño. Te hace creer que estás haciendo lo correcto hasta que es demasiado tarde. Poco a poco, dejamos de conformarnos con modificar las profecías. Comenzamos a filtrar a las Doncellas Sagradas y buscábamos a aquellas que se mostraban más obedientes y receptivas a nuestra orientación. Añadíamos hierbas a sus alimentos, con la excusa de ayudar a la meditación. Incluso empezamos a escribir las profecías de antemano para que las Doncellas Sagradas las recitaran durante las ceremonias.

...

Todavía recuerdo a aquella chica llamada ████. Fue la Doncella Sagrada más talentosa que jamás he conocido. A veces incluso me preguntaba si en algún momento un Titán habría proyectado su sombra sobre ella... Pero sus profecías siempre eran inoportunas: predecía paz cuando necesitábamos guerra, advertía sobre desastres cuando ansiábamos tranquilidad. Los otros sacerdotes estaban muy descontentos con ella. En ese momento creí que la protegía y le enseñé a pronunciar las profecías correctas. Ahora me doy cuenta de que quizás intentaba salvarnos, pero rechazamos todas las oportunidades.

Las profecías deberían ser verdaderos oráculos divinos, pero las convertimos en nuestros propios decretos. Y la verdad es aún más sutil: las profecías que creamos eran como un espejo, cuanto más querías ver algo en él, más fácil era verlo. Cuando un sacerdote esperaba una profecía de guerra, cualquier silbido del viento podía interpretarse como el sonido de espadas desenvainadas. Quizás no falsificamos las profecías, solo elegimos escuchar lo que queríamos oír.

Lo más irónico es que incluso las profecías manipuladas a veces revelaban la verdad. En una ceremonia, ████ gritó repentinamente como si hubiera enloquecido: ¡El Abismo ha abierto sus puertas! ¡Las aguas negras engullirán la ciudad sagrada! En ese momento pensamos que eran solo desvaríos sin sentido. Ahora me doy cuenta de que quizás los Titanes nunca se fueron, simplemente dejamos de escucharlos.

A menudo me pregunto si Jano habrá estado observando todo esto. ¿Los dioses tras la puerta del destino se burlarán de nuestra arrogancia? Pensamos que estábamos tejiendo el destino, pero en realidad es el destino el que teje nuestras ridículas vidas.

Ahora que lo pienso, el futuro que vislumbré, la llegada de la marea oscura, quizás no sea un castigo sino una liberación. Derribó las mentiras que construimos con tanto esmero y nos hizo enfrentarnos al mundo real.

...

En la sala de meditación detrás del templo, me encontré con algunas caras conocidas. Aún recuerdo cómo me adulaban en aquellos días: hermosas joyas, bolsas de seda repletas de monedas de oro... y mis objetos favoritos, traídos desde Oqueima y Castrum Kremnos, que de mil maneras hacían llegar a mi habitación. En un abrir y cerrar de ojos, las que fueron Doncellas Sagradas han envejecido, pero sus miradas son más claras que en su juventud. Hablamos del pasado y, curiosamente, ninguna parece guardarme rencor. "Las profecías siempre han sido caóticas", dicen, "quizás nadie comprende realmente la voluntad de los Titanes".

Es cierto, las profecías pueden ser caóticas, pero el sustento y la autoridad de las Doncellas Sagradas siempre han sido controlados con precisión por los mortales.

Veo cómo mi vitalidad se desvanece poco a poco, y esa terrible marea oscura se acerca cada vez más. Aunque nadie más puede verla, aparece claramente en mis pupilas. Por alguna razón, siento una extraña calma. Tal vez esta sea mi última profecía: después de la destrucción, una nueva verdad volverá a la vida.