Historias de los antiguos reyes de Castrum Kremnos escritas por Ptolomeo, el fallecido camarada de Midei. Este libro en particular es sobre cómo Gorgo, la fundadora de Kremnos, asesinó a los leones y construyó la polis.
Volumen I
Prefacio
Una crónica es una medida del tiempo y un registro histórico, mientras que un libro de acontecimientos nacionales registra el auge y caída de una nación. Yo, Ptolomeo, estudié la mayoría de los libros en los archivos de Kremnos. Las biografías oficiales, la mayoría de las cuales son simples alabanzas a los regentes de turno, están llenas de palabras elogiosas, pero carecen de información útil. Para llenar este vacío, emprendí la tarea de rastrear los 2500 años de historia de Kremnos, para documentar el auge y la caída de la dinastía, y las grandes proezas de sus regentes, con el fin de conservar el espíritu y el legado de Nikador para las futuras generaciones.
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Mi obra, «Reyes de Kremnos», aún no está completa. Mientras sigo al destacamento solitario, con cada día lleno de incertidumbre y un futuro incierto a las puertas del río Estigia, quizá nunca tenga la oportunidad de ver al nuevo rey de Kremnos ascender al trono. Si fallezco antes de eso, dejo en manos futuras la tarea de completar esta obra.
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Volumen 1 En los albores de la Era del Conflicto, Nikador forjó cientos de guerreros y armas, decidido a reclamar las cabezas de los Titanes de los Pilares. Mientras la gente de Amphoreus temblaba del miedo, una tribu belicosa quedó fascinada con la gloria de la Lanza de la Furia. Unidos bajo su luz, decidieron seguir los pasos de Nikador. La líder de la tribu era Gorgo, una guerrera de valentía sin igual. Con tan solo un escudo y una lanza se enfrentó sin temor a cientos de enemigos. Cuando volvía triunfante con la cabeza del comandante enemigo en su cinturón, su coraza resplandeció de forma incólume.
La batalla entre Nikador, el Titán del Conflicto, y Aquila, el Titán del Cielo, fue larga y brutal. En su persecución del ave gigante de cien ojos por las nubes, el cuerpo divino de Nikador solía surcar los cielos de una polis a otra. Por eso, la tribu de Gorgo marchaba día y noche, guiada únicamente por los estremecedores rugidos de guerra de Nikador. Durante estos incesantes viajes, Gorgo y sus seguidores recorrieron muchas tierras y vivieron un sin fin de asombrosos encuentros. Tras mucho investigar, he decidido registrar algunos de los relatos más verosímiles.
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La proeza más aclamada de Gorgo es su batalla a puño limpio contra el gran león de Tretos. Por entonces, su tribu pasaba por la polis de Tretos, y un caudillo local organizó un banquete en su honor. Sin embargo, no había carne para comer. El caudillo explicó que, desde hacía mucho tiempo, un león ocupaba las afueras de la polis. Toda la carne solía usarse para saciar el hambre de la bestia, ya que, de lo contrario, atacaría la polis y devoraría a sus indefensos habitantes.
La tribu de Gorgo veneraba las almas de guerra de Nikador y aborrecía la idea de asentarse para tener una vida pacífica. Al principio, pensaron en dejar esta tierra a merced de su destino. Sin embargo, tras días de viajar sin probar un solo bocado de carne, su hambre se volvió insoportable. Impulsados por la desesperación, se adentraron en las afueras de Tretos para cazar al león.
Bajo el sol abrasador, Gorgo y sus seguidores, armados con lanzas y escudos, se adentraron en la llanura para enfrentar a la temible bestia. A diferencia de los leones comunes con sus pelajes apagados, el gran león de Tretos era extraordinario. Su forma era inmensa como las puertas de una polis, y su pelaje fulguraba como llamas doradas o como un coloso bañado en oro bajo el rayo del sol. Al ver a esta magnífica criatura, el ímpetu de Gorgo se encendió. Tras soltar su lanza y escudo, les ordenó a sus seguidores que no atacaran. Quería enfrentar a la bestia sin ayuda y a puño limpio, como demostración definitiva de fuerza.
El duelo duró poco. Cuando el gran león de Tretos salía de su guarida, Gorgo lo atacó velozmente y lo abatió sin esfuerzo alguno. Con unos rápidos golpes, le partió varias articulaciones. Aunque el león yacía derrotado, su rugido estruendoso aún reverberaba, con suficiente fuerza para destrozar las entrañas de un humano normal. Pero Gorgo y sus seguidores, endurecidos tras años de seguir a Nikador y de soportar los terroríficos gritos de batalla de los Titanes, no tenían miedo. Se dice que un siglo después de la muerte del león, su rugido moribundo aún resonaba a lo largo y ancho de las afueras de Tretos.
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Tras años de seguir a Nikador, toda la tribu había quedado completamente exhausta. Fue entonces que llegaron a una polis devota de Oronix, en la que los sacerdotes locales pronunciaban un oráculo: la Espada de la Furia y sus seguidores se alzarían alto sobre la tierra por siempre. Tras días de debatir, Gorgo y sus seguidores tomaron una decisión. Construirían una fortaleza para recibir a Nikador. Cuando Nikador pasara cerca, sus más bravos guerreros se subirían a la cima de la fortaleza para detenerlo. Entonces, los guerreros de toda la tribu demostrarían su espíritu indomable con el fin de obtener el reconocimiento y la bendición del Titán del Conflicto.
Meses después, la fortaleza quedó terminada y Nikador, mientras perseguía a Aquila, se acercó a la tribu de Gorgo. La tribu entera gritó el nombre de Nikador hacia el cuerpo divino, pero el Titán del Conflicto, absorto en arrojarle lanzas a Aquila, no los escuchó. Al ver que Nikador estaba a punto de irse, Gorgo tuvo una idea. Corrió al depósito y buscó la cabeza del gran león de Tretos, un trofeo monstruoso tan temible que quizá hasta Tánatos se negaría a reclamarlo. Sorprendentemente, aun después de años, la cabeza seguía sin pudrirse.
Con una breve carrera, Gorgo saltó y se subió al muro de la fortaleza para alzar la cabeza del león por encima de la suya. Usando el cráneo hueco como resonador, emitió un rugido ensordecedor. Aunque no tan poderoso como el rugido de batalla de Nikador, fue suficiente para detener al Titán del Conflicto. Nikador volteó la mirada, y Gorgo agitó un brazo y arrojó la cabeza de Leo Crisos con tal fuerza que quedó incrustada en la pared. Al frente de sus guerreros, volvió a gritar alabanzas a la Lanza de la Furia. El orgulloso Titán del Conflicto por fin reconoció la determinación de la tribu y le otorgó una espada forjada por él mismo. Para honrar el regalo del Titán, la tribu comenzó a construir en torno a este una fortaleza hecha de piedras gigantes. Con el paso del tiempo, esta se convirtió en Castrum Kremnos, la ciudadela móvil. Gorgo fue coronada como su primer monarca y, más tarde, venerada por las generaciones futuras como la fundadora de Kremnos y la reina mataleones.