Muerte del cuervo
Un poema extraño e incomprensible. O tal vez, una especie de invitación misteriosa.

Muerte del cuervo

Era una triste medianoche en la que te encontraste en medio de pensamientos solitarios,
te perdías entre sueños extraños y olvidados, con mucho cansancio y sueño.
En la quietud de la noche, oyes un suave golpe en la puerta
que produce el temblor de un eco suave.
"¿Quién vendría a mi puerta tan tarde?", murmuraste.
Y eso fue todo, nada más.

¿Recuerdas el rocío sobre el cristal de la ventana?
¿Donde una paloma mensajera moribunda yacía, arrojada a las sombras, cuando su vida se desvanecía?
Una vez deseaste un final feliz en cada cuento,
donde ningún pájaro caía en picada, ni llorabas su muerte.
Algunos se elevaron como estrellas brillantes, cuyo destino era el cielo...
Mientras otros solo encontraron la muerte y yacen en el polvo.

De pie junto a la puerta, mirabas la noche espantosa,
te preguntabas si habías soñado una visión prohibida.
Una pesadilla donde las llamas consumían a las palomas con las alas rotas,
te saludaba un cuervo estridente, con su voz ronca que canta.
"Este no es nuestro paraíso", susurraste y suspiraste.
Mientras la oscuridad lo envolvía, no quedaba nada más a la vista.

El cuervo dibuja una sonrisa ante tu triste vista,
"los ecos de los fantasmas no sacan a la luz ninguna salvación".
"La gente se arrepiente, sus corazones son sinceros y buscan mayores ganancias".
"Bebe esta poción bendita de la Grandiosa, que borrará tus dolores".
Cuando la melodía de la Armonía cambió, un canto fúnebre sonó en medio de las cenizas...
Y el cuervo susurró: "Nunca más", con gran esfuerzo.

Un silencio ininterrumpido te envolvió, burlón e invisible,
la falsa felicidad del cuervo, un brillo engañoso.
Sin embargo, habías sido testigo de la angustia y la situación del mundo,
tu corazón se volvió firme, y la noche ya no lo detuvo.
"Mentirosa", declaraste, "la Grandiosa ciega ante la súplica de los que sufren".
Y eso fue todo, nada más que ver.

Sobre el escenario, reclamaste el poder, anhelando el trono del Eón.
El telón oscuro se abrió y comenzó una obra absurda.
Tu corazón rebosaba de pureza, mientras las sombras de los títeres lanzaban siluetas oscuras en su juego.
Tu alma, envuelta en compasión, buscaba el equilibrio en una balanza que se negaba a oscilar.
"He aquí", proclamaste, "el reino de la bienaventuranza eterna".
Sin embargo, el sueño se hizo añicos, se perdió en un abismo, se despidió.

El nido de terciopelo cayó, el lecho dorado se marchitó,
pero el pájaro permaneció posado, como tú, sin importar lo que pasara.
Los Eones, que una vez otorgaron el dulce tono del amor,
retiraron su favor y dejaron tu paraíso sesgado.
Liberada de la muerte de la paloma mensajera, tu alma alzó el vuelo.
Y eso fue todo, y nada más, en el reino de la noche.

Tus viejos sueños yacen como tierra muerta, estéril y despojada.
Sin embargo, ¿cómo puede un alma noble marchitarse y desvanecerse, y quedar a la deriva?
Espero tu llegada, con los brazos abiertos y una esperanza ilimitada.
Aquí yacen los sueños más verdaderos, donde infinitas posibilidades saltan.
Aquí, tus ambiciones se cumplirán y se encenderán,
el pasado se transformará para siempre, para nunca volver a ser el mismo.

Saludos cordiales,

Cecil Simmes