Himno de cuerdas carismónicas
Un largo poema que compuso La Familia y relata el descenso de las diversas manifestaciones de Xipe, la Grandiosa de los Mil Rostros.

Himno de cuerdas carismónicas

Oh, Grandiosa llena de gracia del paraíso,
oramos por los corazones que laten con tu permiso.
Las estrellas marcan el mandato divino de tus dedos,
tejiendo el poder y la ley, abarcando todos los credos.
Dominicus, ¿escuchas este ruego?
En la oscuridad, el dedo del poder apunta a la derecha de nuevo.
El caos se fusiona, un río de estrellas alza vuelo,
el dedo de la ley apunta a la izquierda, los obstáculos desaparecen con su flagelo.
Los sueños se multiplican, las leyes ancestrales se desvanecen,
en el reino del olvido, para siempre desaparecen.

Oh, Grandiosa llena de poder del paraíso,
en la fuente, tu esencia es un brillo preciso.
En el abrazo del teatro buscamos la salvación,
Constantina, ¿oyes las lágrimas en cada ocasión?
Cuando tu voz canta, el sol brilla radiante,
tus melodías todo lo disipan, y queda todo brillante.
Las obras de las Mil Caras nunca cesarán,
teatros eternos para siempre unidos, en paz seguirán.

Oh, Grandiosa llena del llamado del paraíso,
arenas manchadas de sangre, la cautivadora expansión nos da su aviso.
Un beso en la espada, hueso y espíritu entrelazados,
los aullidos de la vida, la mezcla de colores, altos y lejanos elevados.
Aelenev, ¿escuchas este ruego?
Los huesos de los soldados descansan en los cielos, en eterno sosiego.
Los susurros de todos, unidos por un propósito, resuenan con firmeza,
tu eco sagrado se escucha, bendiciendo las lluvias, con gran fortaleza.
Caballos al galope, la inminente sombra de la muerte proyectan,
pero mi corazón aprecia mi tierra perfecta.

Oh, Grandiosa llena de la mirada del paraíso,
más allá del velo de la luz, fiesta celestial sin aviso.
El mundo gira, la risa resuena hasta el final.
Beatriz, ¿oyes cantando y bailando a la alegría incondicional?
Las penas se disipan, los deseos alzan en anticipación,
¡festejo y regocijo! ¡Celebración como revolución!
Los niños sonríen, bajo la dicha del dulce paraíso danzan.
¡Bailan sin parar! Y el beso celestial alcanzan.

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