Carta de reclamo
Una carta de queja de un motivador onírico a La Familia, en la que expresa su preocupación por un huésped llamado Mullich que había causado un grave impacto negativo en su propio bienestar mental.

Carta de reclamo

Estimado Sr. Sabueso:

Lo saludo por este medio. Espero que entienda que escribo esta carta con un sentimiento de culpa e inquietud. Como motivadora, me corresponde ayudar a aquellos que necesitan orientación, pero debo admitir que me invaden el miedo y la preocupación.

Todo comenzó hace dos meses, cuando un huésped llamado Mullich me pidió ayuda. Al principio, me sorprendió un poco que este caballero tan elegante y tan bien hablado se me acercara, porque yo no estaba de servicio en ese momento, simplemente pasaba por allí. Sin embargo, mencionó con amabilidad que me había visto antes en el trabajo, así que no dudé de su palabra. Hablamos cordialmente, y no fue hasta que se despidió y organizó nuestro próximo encuentro que me di cuenta de que todo aquello había sido una consulta extraoficial.

Durante nuestro segundo encuentro, seguimos hablando sobre su "estado". Sin embargo, el caballero reveló sutilmente que padecía una enfermedad incurable y, por ese motivo, sufrió el rechazo de su familia, y buscaba tan solo consuelo en el paisaje onírico. No pude evitar sentir compasión por este joven y refinado caballero con tantas penurias. Le ofrecí toda la orientación y el consuelo que pude. Conversamos toda la tarde y, finalmente, me reveló que padecía esquizofrenia paranoide grave, también conocida como trastorno delirante.

A partir del tercer encuentro, las conversaciones empezaron a tomar otros caminos y surgió el tema de la amistad. Por lo que habíamos conversado, sabía que este caballero venía de un entorno acomodado y había disfrutado de una carrera y una vida exitosas antes de su enfermedad. Sin embargo, me dijo que nunca había tenido amigos. Intenté usar este dato tan intrigante como punto de partida para descubrir información sobre su enfermedad y le hice algunas preguntas discretamente. Sus respuestas me sorprendieron, sobre todo porque parecía más que dispuesto a compartir sus historias. Empezó recordando una infancia muy desafortunada, marcada por un padre frío y severo, una madre poco asertiva e invitados aduladores y poco sinceros. Habló de su soledad y desamparo, y explicó cómo desarrolló un nuevo personaje para estar siempre acompañado.

En ese momento comprendí que, en efecto, este caballero estaba lidiando con un comportamiento delirante grave, aunque no específicamente con esquizofrenia como me había dicho. Parecía como si difuminara a su antojo los límites entre conceptos como esquizofrenia e identidad disociativa para que su relato fuera coherente y creíble. Seguí su hilo de pensamiento, y parecía divertido mientras explicaba la fuerza y la valentía de su autoproclamado "otro yo" (al que ahora nos referimos como "W") y cómo le servía de guía y compañero. Al final de ese día, había desarrollado un nivel de confianza e intimidad increíbles conmigo e insistía en recalcar que W me apreciaría tanto como él.

Seguimos conversando, por lo general, una vez a la semana. Poco a poco, me fui dando cuenta de que este caballero parecía proyectar sus sentimientos en mí, me veía como una figura maternal y me percibía como un ánima cariñosa y afectuosa que siempre estaba a su lado. Esta situación traspasó claramente la línea que separa a un buscaayudas de una motivadora.

Ante esta situación, tomé algunas medidas. Primero, intenté orientarlo e insinuarle cierta información para que tomara conciencia de los riesgos asociados a una relación tan dependiente. Sin embargo, él evitaba cualquier discusión sobre este tema con gran habilidad. Segundo, empecé a reducir la frecuencia de nuestros encuentros, pero él siguió acudiendo a la hora acordada, estuviera yo presente o no. Por último, no tuve más remedio que tener una conversación breve con él y expresarle mi negativa con firmeza.

Durante aquel encuentro, solo me miró un rato sin expresión alguna y luego se apartó en silencio, pero no creí que el asunto pudiera resolverse tan fácilmente. Como era de esperar, unos días después, algunos de los clientes que me habían pedido ayuda me contaron que los habían acosado y habían recibido amenazas en una carta escrita con letras rojas recortadas.

"ALÉJATE DE RAN. ELLA NO TE NECESITA.
W".

El relato anterior detalla todo lo que pasó. Por el momento, logré calmar a este caballero angustiado invitándolo a un próximo encuentro, pero eso es todo lo que puedo hacer. Él no es intrínsecamente malévolo, y espero, sinceramente, que los dos nos liberemos pronto de esta situación tan angustiosa.
Ran