Arlan

El jefe del Departamento de Seguridad de la Estación Espacial Herta. No es muy hablador.
Arlan no entiende de investigaciones científicas, pero está dispuesto a arriesgar su vida para proteger a los investigadores y que puedan completar su trabajo. Está acostumbrado al dolor y luce sus cicatrices como si fueran medallas.
Solo baja la guardia y muestra una sonrisa cuando juega con Peppy.

¿Cómo se puede evaluar el trabajo de seguridad de Arlan?
-Es el faro que guía al Departamento de Seguridad; ¡el núcleo en el que se apoyan todos! Sin él, la Estación Espacial se desmoronaría en un día; sin él, la vida de la gente se arruinaría en diez días; ¡sin él, la estación sería un infierno en solo cien días!
-Pero juega al holodisco volador con Peppy en horas de trabajo.
-Porque termina todas las tareas diarias de seguridad antes de lo previsto. Su mera presencia es una inspiración para todos nosotros.
-Pero juega al holodisco volador con Peppy durante las horas de trabajo.
-¿Cómo sabes que jugar al holodisco con Peppy no forma parte de su trabajo?

"No está permitido mirar el teléfono mientras estás de patrulla. Dámelo".
"Arlan, la gente está hablando mal de ti en el chat. ¿No te importa?".
"No, estoy demasiado ocupado".
"¿Eh? ¿Tienes una misión urgente? Déjame ir contigo. ¿Qué pasó?".
"Voy a llevar a Peppy al veterinario y luego jugaremos al holodisco volador".

Hay un sinfín de cosas extrañas y valiosas en la casa de la señorita Asta, pero es el perro agonizante lo que más llama la atención.

Además, su llanto desesperado aumenta cuando sus padres intentan consolarla, diciéndole que los perros no viven mucho tiempo, así que deberían comprar otro.

Y este cachorro sucio se queda tumbado sin fuerzas ni siquiera para levantar la cabeza y mirar a su alrededor. Las lágrimas, las discusiones, los pucheros... Todo eso no tiene nada que ver con él.

En un momento dado, pensó que ya había dejado de respirar, así que se acercó a su nariz. En ese momento, el perro le lamió repentinamente los dedos, que era la distancia máxima a la que podía llegar.

-Tiene la lengua húmeda.

"¿Quieres jugar al holodisco volador?".

Sus ojos sin vida se iluminaron de repente.

Dejó de pasearse por el pasillo y observó la tranquilidad del espacio profundo desde la ventana. El cristal reflejaba sus ojeras.

Otro par de ojos inyectados en sangre apareció en la ventana. Su dueña estaba más relajada que de costumbre ante los investigadores y, distraídamente, dejó escapar un bostezo enorme.

"Es muy tarde, vete a la cama".
"Estoy un poco nervioso, así que me puse a patrullar".
"Acabo de actualizar el firmware de la coraza de defensa y los sistemas de seguridad funcionan sin problemas".
"Tal vez le estoy dando demasiadas vueltas, pero...".
"Lo entiendo. Eres el jefe de seguridad y confío en tus instintos".

La Estación Espacial está totalmente iluminada de día y de noche, como siempre. Cada uno de ellos regresó a sus respectivos puestos.

Ambos saben que, a pesar de la señora Herta, a pesar de todas las medidas defensivas y de las operaciones de seguridad las 24 horas del día a bordo de la Estación Espacial, si ocurriera un desastre...

Solo tomaría segundos.

"Ya evacuamos a todo el mundo, Arlan. ¡Deprisa!".
"Todavía puede haber sobrevivientes dentro".
"No... No hay más señales de vida".

Sabía que tenía que confiar en Asta, hasta que vio que la Legión Antimateria se precipitaba hacia él como un tsunami. La señal del área de supervisión era débil, y Asta ya no podía captar ninguna imagen.

En ese momento, estaba ante el elevador. Es el único que queda, y debe tomar una decisión, aunque desobedezca las órdenes de Asta: tiene que bloquear el acceso al elevador cueste lo que cueste para salvarlos a todos; para impedir que esa escoria llegue a la zona de mando principal.

"Lo siento, señorita...".

Antes de que pudiera explicarse, la Legión Antimateria lo atacó por detrás. Cayó al suelo y la comunicación se cortó.

Pensando en ello, desde el principio hasta el final nunca tuvo ninguna duda, ya fuera trabajando en la casa de la señorita Asta o cuando se convirtió en el jefe del Departamento de Seguridad de la Estación Espacial Herta. Como Asta ya había decidido ese camino, él, por supuesto, solo podía seguirla de cerca. Como debía ser.

Arlan consiguió levantar la cabeza y vio que los monstruos lo rodeaban. Nunca había desobedecido una orden de la señorita Asta. Esa era la primera vez.

"Ojalá no sea la última".

Ese pensamiento se le ocurrió de repente.

Apoyándose en su espada, se levantó muy lentamente.