Blade

Un espadachín que abandonó su cuerpo para convertirse en una espada. Se desconoce su nombre de nacimiento.
Juró lealtad al Esclavo del Destino y posee una terrorífica habilidad de autocuración.
Blade empuña una espada antigua llena de grietas, al igual que su cuerpo y su mente.

Lo único que percibió fue una mancha carmesí en los ojos y un sabor metálico en la boca. Sus extremidades no respondían.
Debía estar muerto.

"¿Ya lo has aprendido?".
Abrió la boca, perdido, con la voz tan ronca como la de una bestia salvaje.
Su garganta dejó de emitir sonidos abruptamente, tan pronto como el objeto frío y duro perforó su torso.
Una y otra y otra vez, el proceso se repitió mil veces.

Maravilloso. Mientras sus fibras musculares se desgarraban, oía el sutil sonido que producían los tendones al unirse y conectarse de nuevo.
Qué maravilla. El monstruo dentro de su cuerpo se alimentaba, pero quería más, quería convertirse en una bestia enorme.
¡Qué maravilla! Ya había perdido toda voluntad de sobrevivir, pero aun así su cuerpo se regeneraba solo.
Simplemente maravilloso.

Antes de que la espada perforara una vez más su piel, la agarró con las manos desnudas y se incorporó lentamente.
"¿Ya lo has aprendido?".
Se encontró con los ojos de la mujer, rojos como la sangre. Su mente continuaba en blanco.
Fue apuñalado una vez más.
"Recuerda cómo se siente la muerte y muéstraselo a ellos".

El carmesí volvió a sus ojos. Miró fijamente la espada que lo mataba y la hoja se partió por la mitad.
"Levántate y déjame matarte una vez más...".

Lo único que percibió fue una mancha carmesí en los ojos y un sabor metálico en la boca. Sus extremidades no respondían.
Debía estar muerto.

El joven de cabello oscuro se estremeció violentamente, todavía aferrado a la lanza que tenía en sus manos.
No tenía cuernos de dragón y su reacción fue un poco menos madura de lo que recordaba...
Pero nunca olvidaría la lanza, aquellos ojos, la crueldad estallando bajo aquel verde tan pacífico como la superficie de un lago.
Sus heridas comenzaron a sanar. Sus pupilas parpadearon y encontraron al joven una vez más.
Sin dudarlo, el joven volvió a blandir la lanza...

"Eso es todo".
Eres tú quien no muestra piedad ante los enemigos.
Eres tú quien enterró a su ser amado sin ayuda.
Y también eres tú quien casi provoca la destrucción de su propio mundo.

Volvió a caer una vez más.
El joven presionó la mano contra sus heridas y retrocedió, hasta que desapareció de su vista.
"Antes de que presencie tu muerte, nos volveremos a ver, ███."

Lo único que percibió fue una mancha carmesí en los ojos y un sabor metálico en la boca. Sus extremidades no respondían.
Debía estar muerto.

El monstruo lo engulló de nuevo, pero esta vez no se enfrentaba a una persona.
La imponente armadura permaneció en silencio. Estaba aprisionado entre aquellos brazos. La mujer con lentes de sol le habló.

"Escúchame, puedo matarte de nuevo o no podré llevarte de vuelta".
Su voz era tan dulce que hasta el monstruo dentro de su cuerpo se había callado para escucharla.
"Pero no quiero hacerlo".
La mujer se inclinó y le susurró al oído. Era un trato que no podía rechazar.
"¿Qué quieres?".
"¿Hay algo más gratificante que ver cómo mueren los inmortales? Eso dijo él".

La armadura gigante aflojó la presión. El destino apunta hacia adelante y él irá con ellos.
"Escúchame, Bladie, relájate".
"Escúchame, no pienses en nada". Él asintió. La mujer se acercó a él. Ella sonrió, pero él pensó que su sonrisa transmitía tristeza.
"Tal vez alguien se fue y no terminó de escuchar lo que decía", pensó.

Ya no veía nada.

Recordó que, hacía décadas, había llegado a Xianzhou con un buque mercante y quedó impresionado por la espléndida artesanía del lugar.
El joven estaba tan obsesionado que llegó al punto de olvidarse de comer y beber. Se esforzó por dar rienda suelta a su inspiración, como si se le estuviera agotando el tiempo. Forjó cientos de objetos raros, cuatro de los cuales obtuvieron gran reconocimiento.

La llamada Espada fragmentada lucía impecable cuando se forjó. Su cuerpo entintado brillaba como la sangre. Solo los maestros espadachines más poderosos de Xianzhou pudieron determinar el verdadero motivo de su existencia.
En situaciones desesperadas, la joven raposiana solía disparar tres flechas simultáneamente con su arco recurvo, sin dejar de pilotar el astroesquife y reír con los demás.
El hombre de cabello negro con cuernos de dragón usó sus habilidades de manipulación del agua para rejuvenecer a sus aliados, antes de atar el agua a la lanza y destruir sus defensas.
También estaba el joven que no paraba de discutir con él. En el momento en que vio el Archa del Devastador, la agarró, prometiendo que nunca se separaría de ella.

Ahora, ██ había fallecido. Su primera y única muerte.
Sin embargo, él seguía aquí, con su mente joven agitándose, pensando, por toda la eternidad.
Pensó en sus manos, ya sin fuerzas. Esas manos que ya no podrían forjar otra espada ni crear otra arma.
Pero nada de eso importaba.
A partir de ese momento, ese cuerpo sería la única espada que necesitaría.