Se desbloquea en el nivel 60 de personaje.
"Este camino no es para ti. Ve y consíguete un trabajo... o estudia algo".
La pequeña doctora aparta el sándwich a medio comer y se limpia las manos sobre el delantal blanco, que claramente es un par de tallas más grande que ella.
El hombre no dijo nada y se quitó la ropa, para revelar su piel completamente cubierta de cicatrices. La doctora no dejaba de molestarlo.
"Un joven como tú se merece un mejor futuro. Este camino, por el contrario, solo corresponde a quienes no les queda más opción, a quienes no pueden reiniciar sus vidas, pero aún desean ajusticiar el mal...".
El frío cañón de la pistola contra la frente de la doctora, o más bien, la parte de ella que todavía se podía considerar como su "frente".
"Si quisiera una lección, hubiera ido a la escuela", dijo el hombre amenazadoramente.
"Entiendo tus intenciones, pero las pistolas no sirven contra mí... ah, olvídalo. Solo ve y échate en la camilla", respondió resignada la doctora.
Las luces sobre la mesa de operaciones se encendieron.
Él se sintió como si se hubiera hundido en un profundo mar. Su carne se había fusionado con todo a su alrededor. Su cuerpo lo había abandonado, y solo quedaron sus vacíos pensamientos luchando por comprender.
Curiosamente, sus emociones (terror, ansiedad, soledad, oscuridad, ira) no se disiparon con su cuerpo físico, sino que permanecieron en una forma distinta y eran incluso más pesadas que antes.
Sintió el olor de algo quemándose e incluso oyó el suave respirar de la doctora. "¿Ella respira?", no pudo evitar pensar algo así de incoherente. El movimiento de la maquinaria retumbaba en sus oídos, y la nueva sangre azul se negaba a fluir hacia su sediento corazón.
Él realmente quería dormirse así y nunca despertar.
Hasta que oyó esas canciones ordinarias y esas palabras amables, y sus recuerdos del pasado reaparecieron. El odio inolvidable se convirtió en una tenue luz en la oscuridad, y él la siguió hasta llegar al final de todo, con cada gramo de su fuerza puesto en volver una vez más a la superficie.
...
"Felicidades; sí que eres duro de matar".
La doctora se limpió las manos cubiertas de sangre en el delantal blanco y agarró de nuevo el sándwich a medio comer.
"¿Creíste que moriría?", dijo apretando los puños, que ahora estaban hechos de frío hierro.
"La mayoría de la gente hubiera muerto en tu lugar", comentó la doctora casualmente, "y no porque sea mala en mi trabajo".
"Pues, tengo noticias para ti: hace mucho que estoy muerto".
"¿Cómo te llamas?"
Calló brevemente. Las voces gentiles y ordinarias desaparecieron. Nunca más lo llamarán por ese nombre crudo y resonante.
"Boothill. De donde vengo, así le decimos a los pistoleros que mueren".
Luego él sonrió mostrando su dentadura repleta de afilados dientes.
"Pero este es solo el comienzo, doctora. Este es el precio más pequeño que debo pagar por el inmenso costo de cobrarme mi revancha".
Y dicho eso rengueó arrastrando su nuevo cuerpo hasta atravesar la puerta.
"En ese caso, ¡buena cacería, Boothill, Vigilante de la Galaxia!"
La pequeña doctora le dijo gritando mientras él ya le daba la espalda.
Boothill no pudo evitar mirar el cielo nocturno afuera; otra estrella se encendía en el firmamento.