Dan Heng

Un joven distante y reservado que blande una lanza llamada Perforanubes. Es el guardia del Expreso durante su larga expedición trazacaminos.
Dan Heng no habla mucho de su pasado. De hecho, se unió a la tripulación para escapar de él.
Pero ¿podrá el tren alejarlo de su pasado?

Comienza un nuevo día.

No es más que otro día extremadamente normal a bordo de esta gigantesca nave. Los mercados ya abrieron, y el rocío de la mañana aún está fresco. Sin embargo, el joven que cruza la calle no había visto nunca semejante espectáculo. Incluso antes de arreglárselas para notar todas las diferencias entre la ciudad real y la descripción del libro, ya está disfrutando del calor del sol en la nuca.

Era la primera vez que veía su propio cuerpo con claridad. Este cuerpo que le pertenece, el cuerpo que pertenece a este nombre actual.

Cuando llegó al puerto, el soldado que lo escoltaba le quitó los últimos grilletes. Caminó hacia adelante sin mirar atrás. Podía sentir, muy débilmente, varios transeúntes, mirándolo llenos de odio.

No fue hasta que la nave espacial despegó que volvió la cabeza y echó un último vistazo atrás. Realmente era una nave espacial magníficamente grandiosa, tal como decía el libro.

La miró una vez y luego giró la cabeza hacia el otro lado, donde las estrellas estaban más matizadas y el futuro era más incierto.

Pero él miró en silencio de todas formas.

Comienza un nuevo día.

Bajó de una nave espacial de la Corporación y, luego, subió a otra. Ni siquiera había oído hablar del lugar al que iba, pero eso no importaba. No había ningún lugar al que quisiera ir en particular, y su único objetivo era simplemente perderse, alejarse de su mundo natal.

En las naves espaciales, todos van y vienen. A nadie de la tripulación le importaba quién fuera él, mientras pudiera trabajar.

Había cambiado su apariencia, y era posible que los demás no lo reconocieran, pero el mismo poder aún permanecía oculto en su interior. No importaba a dónde fuera, no podía librarse de él. Esa fuerza lo hundía, lo ralentizaba, intentaba abrumarlo, trataba de evitar que escapara de su pasado. Sabía que tenía que tener cuidado.

Pero seguía sin poder deshacerse del hombre con los ojos bestiales.

Si otros en su mundo natal sentían odio hacia él, ese hombre solo albergaba una intención asesina hacia él. Incluso destruyó la nave espacial en la que había viajado antes. Ese hombre había muerto una vez, pero volvió a aparecer no mucho después.

Fuera de su lugar natal, hay un mundo más grande donde todo es posible.

Comienza un nuevo día.

Abordó otra nave espacial en la que todos los pasajeros llevaban máscaras diferentes. Casi le roban la memoria y se vio obligado a escuchar un sermón que no tenía ningún sentido.

Sabía que en esta ruta había muchos monstruos enormes por el camino, pero era consciente de que solo podía ganarse la vida viajando por los lugares más peligrosos.

Luchó contra los monstruos y se bajó en el siguiente puerto. Pensó que pasaría inadvertido entre las innumerables naves que circulaban en el puerto, pero una pelirroja que estaba a bordo de una de las naves que él había rescatado lo saludó en señal de agradecimiento.

Estaba a punto de darse la vuelta e irse, cuando vio un tren que se detenía junto a la pelirroja.

"¿Cuál es tu próxima parada?".
"... Aún no lo he decidido".
"Entonces, ¿te gustaría venir en nuestro tren?".
"..."
"Como hay mucho que ver de nuevo, volveremos a hacer el mismo viaje. Necesitamos un guardia... Y un archivero".
"..."
"Puedes bajarte en cualquier momento cuando sepas adónde irás".
"De acuerdo".

Comienza un nuevo día.

Se frotó los ojos y se dio cuenta del tiempo que había pasado desde que la última vez que durmió bien. Pensó que solo se quedaría una temporada y había rechazado la habitación especialmente preparada para él. Hizo su cama en el piso de la sala de los archivos y se quedó despierto toda la noche leyendo el banco de datos. En algún momento, se quedó dormido.

Abrió la puerta y encontró al revisor allí parado, quien lo reprendió por haberse quedado despierto hasta tan tarde porque se perdería un desayuno caliente y su esfuerzo sería en vano. Asintió con la cabeza y el revisor se calló satisfecho mientras lo empujaba hacia el interior del vagón.

La pelirroja, que ahora sabía que se llamaba Himeko, le dedicó una sonrisa. El hombre de cabello castaño al otro lado, el Sr. Yang, guardó silencio a pesar de que parecía tener muchas preguntas en mente.

Antes de darse cuenta, había pasado muchas mañanas así.

El proceso de volver a hacer la ruta no fue fácil, principalmente por los numerosos bloqueos causados por el Estelaron. Y, a veces, se encontraban con el enorme monstruo que había derrotado anteriormente. Incluso descubrieron un trozo gigante de hielo flotante en cuyo interior había una chica viva.

Por eso, no se sorprendió cuando detectó que el chico/la chica que se llamaba Trazacaminos tenía un Estelaron instalado quirúrgicamente dentro de su cuerpo.

El viaje del Expreso continuará. ¿Acaso hay algo que no entre dentro de las posibilidades?