Se desbloquea en el nivel 40 de personaje.
En la penumbra, era como si hubiera vuelto a su huevo vidyadhara, siendo agitado constantemente en un mar de olas y sueños elusivos.
Soñó que llegaba al campo de batalla, como si un dios apareciera ahí. Suspendido entre las nubes, el ejército se veía tan pequeño como las hormigas. Los Nimbocaballeros y los astroesquifes eran como luciérnagas destinadas a volar hacia el fuego. ¿Así es la vida de los mortales? ¿Esa es la perspectiva de un dragón? Brotó en él una pizca de arrogancia que heló su corazón. Luego, volvió la mirada hacia los que habían luchado y festejado con él.
Los pilotos que pasaban a toda velocidad no se preocupaban por mantener la formación. Disparaban a discreción, dejando que las flechas en llamas cayeran sobre los soldados borisin que pasaban corriendo.
Una espadachina de cabello plateado blandía su espada en la dirección en la que apuntaba el astroesquife. En una danza de espadas, se movía entre los destellos. Su agudeza era tal que ni siquiera sus compañeros se atrevían a estar cerca de ella, y solo podían apoyarla desde atrás.
El teniente de los Nimbocaballeros, con el que solía conversar y reír, dejó a un lado las bromas. Tomó el Archa del Devastador en mano y, junto con sus tropas, opuso resistencia a los guerreros borisin que los atacaban.
En la parte de atrás, los ingenieros que acompañaban al ejército se encargaban de ajustar a los enormes aurúmatas. Tal vez ese artesano arrogante estaba trabajando a toda velocidad, ya que esos artefactos de decenas de metros de altura eran armas especiales para enfrentarse a las mecabestias.
Entonces contempló al general de aquel entonces, Teng Xiao, envuelto en truenos dorados, como la encarnación del Señor Arquero, barriendo con su ilusión divina el ejército de bestias del enemigo...
Los borisin derrotados comenzaron a huir. Ahora había llegado el momento de llevar a cabo la misión para la que había sido enviado. Dejó que su mente se disolviera en la tormenta y el granizo, que el trueno rugiera a su favor, que el tsunami hiciera estragos por él. Se quedó suspendido en las nubes, observando a sus enemigos engullidos por el abismo, y contemplando la tierra que quedaba a sus espaldas. Muchos humanos, vidyadhara y raposianos se quedarían allí para toda la eternidad y no volverían a ver sus hogares.
El corazón de dragón le dijo que eso no era más que una mota de polvo arrastrada lejos del mundo. Las guerras tienen un precio, pero la vida siempre vuelve a florecer... Los vidyadhara no son los únicos Vástagos de Long. Sin embargo, su corazón humano sufría por esos compañeros de batalla que, como él, tenían carne y sangre caliente, y por los mortales que podían haber vivido un poco más, pero ahora ya nunca podrían regresar.