Se desbloquea en el nivel 40 de personaje.
La frágil consciencia de la joven se pierde en la oscuridad.
Delante de ella, se extiende una noche interminable, mientras que detrás de ella, el camino a casa parece estar al alcance de la mano.
Vuelve a pisar terreno conocido, donde brillan faroles bulliciosos y las voces de viejos amigos la llaman desde lejos, instándola a volver a su oficio de vendedora. Ante ella, la niebla negra se cuela y convierte al instante el antes animado mercado en madera podrida y ceniza muerta.
Se aleja de nuevo, y la cubierta del astroesquife aparece bajo sus pies. Ella anhela surcar el viento, pero un extraño cuerpo astral se cierne en el cielo, y las personas que una vez conoció se convierten en monstruos, que alzan sus espadas unos contra otros.
Quiere ser tan elocuente como antes, pero ahora, frente a esas formas monstruosas, ni un solo sonido escapa de sus labios.
"Tendré que seguir adelante", susurra para sí.
"¿Pero cómo?", se pregunta.
"Levanta la mano". Una voz fría resuena desde lejos.
Baja la mirada, los ojos recorren la cicatriz que le atraviesa la palma. El abanico aún descansa en su mano, aunque recuerda que se volvió blanco ceniciento en el fuego. Sin embargo, aquí está, completo de nuevo en su mano.
La niebla negra arremete contra ella una vez más.
"Avanza".
Levanta la mano, y la herida que atraviesa su palma comienza a brillar. La luz atraviesa la oscuridad, pero también la ilumina a ella.
"Adelante".
Levanta el abanico. Antes era una fuente de sosiego, pero ahora amenaza con estallar en llamas.
La niebla negra se extiende sin fin, pero cuanto más avanza ella, más intensa se vuelve la luz.
"Avanza".
Esa voz fría se hace cada vez más clara.
"No mires atrás".
Avanza corriendo.
"No he visto suficiente de los incontables mundos en el mar de estrellas...".
Detrás de ella, cinco esponjosas colas se despliegan por completo, encendiéndose en ardientes llamas que arrojan luz en la larga noche que la atrapa.
El laboratorio.
Las yemas de los dedos de la joven tiemblan ligeramente mientras una lágrima cristalina se desliza por el rabillo del ojo.
La científica, distante, se asoma a la cabina, y su expresión cambia por fin.
"Felicidades por 'elegir' el mundo de este lado".