Hyacine

La polis entre las nubes se desvanece con el paso del tiempo, y el Patio Claroscuro abre nuevamente sus puertas para traer un destello de luz a la noche eterna.
Sanadora Hyacinta, Heredera de Crisos que custodia la Yesca del Cielo, deberás heredar la voluntad de tus ancestros y zurcir el tejido roto del crepúsculo.
Que la luz del arcoíris caiga, que el rencor se disuelva, y que el amanecer regrese a la tierra.

"Extiende lentamente tus alas... Sí, como hicimos la última vez. Respira profundamente conmigo, ¿de acuerdo?".
"Relájate, todo está bien... Sí, las alas se están expandiendo. Estás comiendo mucho, ¿verdad?".
La luz de las velas proyectaba un cálido resplandor sobre la suave cabecita mientras la joven levantaba al caballito y lo colocaba con cuidado en la balanza.

"No te preocupes. Pronto serás tan grande y fuerte como las demás bestias aladas, ¿sí?".
La joven se colocó los auriculares del estetoscopio y comenzó a realizar un examen completo. Al palpar un lado del caballito, sintió una nueva "herida" debajo de sus costillas.
"¿Te lastimaste?".

Acarició con suavidad sus alas y, llenó el agujero con algodón antes de sacar una aguja e hilo.
"Esto va a doler un poco, pero no te preocupes, mis puntos son firmes".
"Has vuelto a entrenar demasiado, ¿verdad? ¿Es porque todos te dicen que tu madre, tu abuela y todos tus antepasados son increíbles? ¿Cómo podían elevarse hacia el cielo con un solo salto, y destrozar rocas con un solo golpe?".
"Todos esperan que te conviertas en un héroe, pero por mucho que entrenes, parece que solo logras decepcionarlos".
"Como si fueras completamente diferente a ellos...".

El caballito permaneció quieto, mirando por la ventana con sus ojos oscuros y brillantes.
El trueno que había rasgado el cielo aún resonaba en la distancia, una tormenta desencadenada por los héroes de la polis del Cielo y sus bestias aladas.
"Déjame contarte un secreto... Yo soy igual que tú...".

En esa solitaria y sombría habitación del hospital, la niña, que llevaba mucho tiempo en cama, se aferraba a su muñeco mientras sujetaba la aguja y el hilo, y practicaba por enésima vez las técnicas médicas que le había enseñado su padre.

"Pero tal vez... un tipo diferente de luz también tiene su propio significado...".

Al igual que los demás sanadores, la joven prometió curar a todos.
Quería aliviar el sufrimiento de los mortales mientras el mundo se derrumbaba, pero cuando la marea oscura engulló las polis y la plaga se abalanzó sobre los heridos, lo único que pudo hacer fue ahuyentar la enfermedad. No logró impedir que la desesperación se extendiera.
"Quizá un buen sanador necesita mucho más que solo hierbas medicinales".

"Las cortinas de color blanco lechoso deben dejar pasar la luz, la cama debe ser firme pero suave, y hay que colocar flores frescas junto a la cama... así, incluso dentro de la habitación, podrán ver los mismos "colores" que en el exterior...".
Ella quería llevar esperanza a quienes vivían sus últimos días, un rayo de luz que iluminara el futuro.

Acompañada por un aroma relajante, una joven que se encontraba a punto de morir murmuraba en la calidez y la comodidad de la habitación, mientras sus recuerdos, atrapados durante mucho tiempo, resurgían lentamente.
"El día en que mi padre me regaló una caja musical, afuera estaba lloviendo. Escuché las melodías que sonaban y disfruté de un hermoso cumpleaños en medio de la llovizna...".
"Recuerdo que las calles estaban llenas de rosas blancas, y cuando el viento soplaba, se sentía una ventisca de fragancias...".
"Y ese cielo... Un azul profundo que se teñía con un toque de rojo y naranja", recordaba la joven.
"De pronto, esas burbujas transparentes me rodearon, al igual que ahora...".

Tic-tac, tic-tac...
Las manecillas del reloj se mueven en la memoria, y la voz que cuenta la historia se apaga.
En medio de la lluvia incesante, solo queda un suspiro de satisfacción.

"Prr, prr...". Ica agachó la cabeza y se acurrucó al lado del caballito de felpa.
"Ica, ¿oíste eso? Ha visto el cielo que creamos...".
En el techo de la habitación, el sol se puso sobre el mar.

Mientras tomaba la mano de la joven, que se iba enfriando poco a poco, lágrimas cristalinas resbalaron por su cara.
"Un día, haremos que sea más grande y más cálido".
"¡Prr!".

Oqueima, el lugar donde se reúnen los héroes, donde se encuentra la última esperanza del fin de los tiempos.
"El Viaje buscallamas", "la Yesca", "los Titanes"... Aunque ya estaba familiarizada con esos nombres feroces, cada vez que alguien la llamaba heroína, ella simplemente lo ignoraba.
"Solo soy una sanadora".
Eso le decía a todas las personas que llegaban al patio.

La triste joven acudió en busca de respuestas sobre la "enfermedad incurable" que le infligió el Titán de la Muerte.
"Castori, ¡eso no es una enfermedad! ¡Todavía te queda mucho por vivir!".
A menudo acompañaba a la joven a contemplar aves y estrellas, y fabricaba especímenes y juguetes de quimeras. Se sentía conmovida al ver la sonrisa en el rostro de la chica.

Ella conocía muy bien la discordia entre la fría tejedora y el orgulloso erudito.
En la nueva sala de mediación, preparó la avena favorita de la tejedora, y el vinagre de rábano picante del erudito, esencial para calificar trabajos, e invitó a la semidiosa de más edad.
"Si no vienen, haré que Ica haga '¡Prr, prr!' todos los días en sus oídos".

Sembró semillas de granadas en el Patio Claroscuro, semillas de trigo en el campo, y creó un mar de flores donde los forasteros que llegaban a Oqueima podían olvidar sus problemas y hablar libremente.
"Espero que estos pequeños actos de bondad puedan disolver las antiguas heridas entre nuestros pueblos".

Siempre se preocupaba por esa semidiosa que no dejaba de corroerse.
"Ciny... Desde el primer día en que emprendimos el Viaje buscallamas, sabíamos que este momento llegaría".
Eso era lo que siempre decían.
"Así sea para aliviar solo un poco de su dolor... iré a la biblioteca del Soto a buscar información".
Y eso era lo que siempre hacía.
...

Los descendientes del cielo, los habitantes de Kremnos, los aristócratas originales de Oqueima, la Doncella Sagrada de Aidonia, el guerrero de Elisios, la Doncella Sagrada de Janópolis... En ese pequeño patio, todos sus colores se fundieron en un radiante arcoíris.
Sin embargo, en sus momentos de ocio, también reflexionaba sobre el final de su viaje.
"¿Qué más puedo hacer cuando llegue ese momento?".

"'Calendario de la Luz, año ████, Mes de la Fortuna'. Para la doctora Hyacine:
Espero que te encuentres bien. Aunque mi hermana no logró sobrevivir en aquel entonces, los últimos días que pasó en el patio y la sonrisa en su rostro antes de partir... siempre han arrullado mis sueños. Quería decirte que hoy he completado oficialmente mi formación en medicina. Quiero ser como tú y ayudar a los que sufren en sus últimos días. Espero poder ser una pequeña luz que sirva de guía en esta larga noche...".

"'Calendario de la Luz, año ████, Mes de la Puerta'. Para la pequeña Ciny:
Agradezco mucho tu compañía durante este tiempo. Cuando estuve en la enfermería del Patio Claroscuro, dejaste que mi pena se elevara como nubes de tormenta y luego se evaporara. Cuando dije que "hacía mal tiempo", me aceptaste por completo... Quizá yo también debería intentar ser un poco más valiente...".

"'Calendario de la Luz, año ████, Mes de la Libertad'. Para Hyacine:
Todos se han recuperado muy bien, en especial ese joven guerrero de Oqueima que quería beber jugo de granada la última vez. Las rencillas entre polis no son fáciles de olvidar, pero ahora no tengo dudas de que los colores, por más de que sean diferentes, también pueden coexistir".

"'Calendario de la Luz, año ████, Mes de las Noches Largas'. Para la asistente Hyacine:
Gracias por tus persistentes recordatorios. Consideraré enmendar mi relación con ella. Claro, solo lo hago por ti...".

"'Calendario de la Luz, año ████, Mes del Luto'. Para Hyacine:
No es necesario que te molestes en enviarme nuevas medicinas. Soy consciente de que la pérdida de mi humanidad es irrecuperable. Y no te preocupes. Nuestra relación con el Soto no está en un punto crítico".

"'Calendario de la Luz, año ████, Mes de la Alegría'. Para Hyacine:
Nunca pensé que las semillas de trigo de mi tierra natal volverían a brotar algún día. Cuando me tumbo en el jardín del Patio Claroscuro, siento como si estuviera de vuelta en Elisios. Cada vez que estoy triste, ¡el aroma del trigo me da fuerzas para seguir adelante!".

"'Calendario de la Luz, año ████, Mes de los Días Largos'. Para Ciny:
La gente siempre alaba el cielo del pasado por acoger tanto soles abrasadores como truenos rugientes, pero nosotras pensamos que eres incluso más amable que ese cielo. No importa a dónde vayamos, ¡siempre te recordaremos!".

Unas cuantas cartas que desbordaban una caja se conservaban cuidadosamente junto a los historiales médicos.
Al principio de su viaje, la tenue luz de la niña parecía que iba a ser tragada por la oscuridad en cualquier momento. Sin embargo, antes de partir para convertirse en el cielo del mañana...

En los lugares por los que pasó, sin darse cuenta, el cielo despejado ya se había iluminado con su primera sonrisa.