Se desbloquea en el nivel 80 de personaje.
Una espada de un metro y medio de largo que pesa más de una tonelada. La hoja oscura está cubierta de grietas, y la punta se rompió y se perdió.
En medio de las innumerables guerras, ella empuñó esta espada y, junto con sus camaradas y discípulos, se abrió camino hasta la enorme nave y cortó la cabeza lupina del Señor de la Guerra de los borisin. También escaló la ciudadela voladora que llegaba hasta el cielo y destrozó las naves de los Guardias Emplumados. Luchó contra la caballería de hierro de los houyhnhnms y confinó en prisión a todos los jinetes de los corceles de seis patas... Donde fuese que apuntaba su espada, ninguna abominación escapaba de la muerte o del encarcelamiento.
Nunca esperó tener que apuntarla hacia su amigo de toda la vida.
Ella jadea y apenas logra sostener su cuerpo herido. A lo lejos, en lo más profundo del dominio, se oye el rugido angustiado de un dragón, como una oración en busca de alivio.
Observa cómo el artesano arrogante cae en el barro y camina hacia él como un espectro.
"Debería matarte primero... pero tendrás que soportar tu propio tormento por toda la eternidad".
Apunta la espada rota al Gran Maestre.
"Imposible. Los Preceptores dijeron... La sangre de mi raza y el alma de mi antepasado deberían haber creado otro Gran Maestre. Todo esto... No debería ser así".
"Si matarte regresara todo a como era antes, lo haría... Pero debes decirme el punto débil de ese dragón ahora mismo".
"La parte superior de su cabeza...".
La abominación mitad draconiana se desliza por el aire entre ráfagas de relámpagos. Su cuerpo, tan grande que oculta el mismo horizonte, desgarra otra isla flotante. Sus lamentos son fuertes como los clamores de mil espadas chocando.
Siente su extracto glandular hirviendo, como un grano de trigo maduro a punto de salir de su cáscara e hincharse hasta el infinito.
Se ve atrapada de nuevo en pesadillas infantiles. El ominoso planeta se la está tragando por arriba, y ella, como insecto, ni siquiera puede luchar.
La mujer se arranca un retazo de seda negra del borde de la falda y se tapa los ojos.
El trueno cae. Ella salta con su espada hacia la abominación draconiana.
En una ilusión que se siente mitad sueño y mitad realidad, siente que su carne finalmente ha trascendido sus límites y comienza a desintegrarse. Hay ataduras que la sujetan como cuerdas, fuertemente apretadas alrededor de sus extremidades y órganos, cortando poco a poco sus últimos jirones de consciencia.
De repente, oye esas palabras:
"Destrozaré hasta las mismísimas estrellas del cielo".
En ese momento, finalmente agarró la espada que había estado buscando todo este tiempo.
Es una espada que puede trascender todas las restricciones. Es una espada que conocía desde hace años.
No la forjaron con ningún hierro ordinario, sino que la condensaron a partir de un eje de hielo afilado. Brilla con una luz tenue, como si fuera un rayo de luz de luna en la mano de quien la blande.
Una espada de más de un metro de largo que no pesa nada.