Seele

Una valiente miembro de Llamarada que creció en el entorno hostil del Bajomundo de Belobog. Está acostumbrada a estar sola.
Los protectores y los protegidos, los opresores y los oprimidos... El mundo en el que Seele creció era una dicotomía muy sencilla...
Hasta que apareció "esa chica".

La primera pelea que tuvo Seele en su vida fue por ella misma.

Por aquel entonces, deambulaba sin rumbo por los callejones todos los días. Cuando tenía sed, mendigaba agua en el orfanato; cuando tenía hambre, cambiaba los restos de tela que encontraba por galletas con los vendedores. Todo el mundo en Villarremache conocía a esa intrépida vagabunda, y todos querían evitar a esa pequeña bribona salvaje y testaruda.

Una tarde calurosa, sintió sed de tanto jugar. Llegó al orfanato y descubrió que en el cubo del pozo no había agua. Otro anciano indigente también buscaba agua y, tras una lucha de poder, el hombre huyó, y Seele se ganó el derecho a saciar su sed sola.

Seele vio al hombre tres días después. A través de la ventana de la clínica, pudo ver una figura vieja y enjuta a las puertas de la muerte, tumbada en una camilla.

Desde entonces, siempre deja un poco de agua para el siguiente visitante.

De niña, Seele solo subió una vez al Supramundo. Fue después de conocer a Oleg, que por aquel entonces todavía era el capitán de la Guardia Crinargenta del Bajomundo. Un día, Oleg escondió a Seele en su bolsa de provisiones y la llevó al Supramundo en el teleférico para que viera el paisaje urbano que tanto anhelaba contemplar.

Seele siguió a Oleg por los lugares de interés de Belobog, comiendo deliciosas comidas exóticas y vistiendo ropas espléndidas más allá de su imaginación. Asustó a un grupo de niños con su grosera jerga de minera, lo que hizo que Oleg estallara en carcajadas. Durante esos dos días, se murieron de risa cada segundo.

Antes de salir esa noche, se sentaron en un banco de la plaza del distrito administrativo mientras Seele miraba el restaurante que tenían enfrente.

"¿Qué te parece el Supramundo, Seele? ¿Quieres regresar y divertirte más?".
"¿Puedo preguntarte algo?".
"¿Qué pasa? Pregunta".
"Esos supramundianos solo comen la mitad de su comida y tiran el resto".
"..."
"¿Saben que la gente de abajo no tiene suficiente comida?".
"..."

Oleg captó la mirada de Seele, y una expresión de pesadumbre pasó por su tierno rostro.

"Regresemos, tío. Nunca más quiero volver aquí".

Tumbada en la cama de la clínica, Seele pudo finalmente calmarse mientras repasaba en silencio sus experiencias desde que se convirtió en integrante de Llamarada.

Las heridas y las hemorragias son ocurrencias habituales para ella. Seele tiene una tolerancia al dolor superior al promedio, lo que le permite dejarse ir por completo en el combate e ignorar los golpes y magulladuras persistentes.

Las heridas siempre se curan, igual que la amenaza del Fragmentum siempre crece, e igual que las personas siempre regresan a sus vidas miserables una vez que las rescatan. A veces, una idea errónea aparecía en la mente de Seele, como si el tiempo en el Bajomundo se hubiera detenido... Como si todos los esfuerzos que hacía con Llamarada fueran en vano.

La doctora se acercó a ella y le preguntó amablemente por su herida. Seele se esforzó por encontrar las palabras y se limitó a transmitir su confusión a la doctora.

"Lo que es más importante que el propio milagro, Seele," dijo la doctora con una sonrisa mientras colocaba la palma de la mano ligeramente sobre la frente de Seele, "es proteger las expectativas de la gente sobre él".

La plaza del distrito administrativo es un lugar muy concurrido, y es donde a los residentes de Belobog les gusta reunirse. Reprimiendo su desprecio por las multitudes bulliciosas, Seele recorrió los rostros con su mirada atenta.

Su duro trabajo estaba dando sus frutos, y pronto dio con un objetivo. Un hombre con sombrero gris, con las manos en los bolsillos, se movía de un lado a otro entre la multitud, mirando disimuladamente a todas partes con una expresión sospechosa. Tras comprobar que nadie lo observaba, o al menos eso creía, el hombre estiró la mano para tomar la cartera de la mujer que estaba a su lado.

Pero antes de que sus dedos pudieran alcanzar el bolso, una mano delgada y fuerte le agarró rápidamente la muñeca. Estuvo a punto de gritar de dolor, pero Seele le tapó la boca con la mano.

"No hagas ruido".

El majestuoso sonido del cuerno resonó en el cielo, y la bulliciosa multitud enmudeció por un segundo. Un hombre vestido de forma cómica se apresuró a subir al estrado y gritó con voz penetrante...

"¡Señoras y señores! Den la bienvenida al escenario para la parte del corte de cinta de la ceremonia, ¡la Guardiana Suprema en persona, la señorita Bronya Rand!".

En la plaza estallaron unos vítores ensordecedores. Seele sacó silenciosamente al carterista de entre la multitud y lo escoltó hasta los Guardias Crinargenta que había en los alrededores. Se volteó para ver el escenario distante, y por un instante cruzó su mirada con la de la mujer del vestido blanco. La Guardiana Suprema le dirigió una breve sonrisa y Seele asintió levemente en respuesta.

Y, entonces, tomaron caminos distintos: uno hacia la luz, el otro hacia las sombras.
Un día, finalmente se encontrarán.