El niño se tomó un breve descanso de su entrenamiento con la espada.
El sol le estaba friendo la nuca, que ya tenía caliente de por sí.
Se metió lentamente en el agua. Solo le llegaba a los pies y estaba fría, pero cuando suenan las campanas y pían los pájaros, hasta quienes están lejos saben que ha llegado la primavera.