El niño corre bajo las relucientes gotas y se regocija por la lluvia que llega al fin tras una larga sequía.
La lluvia dura mucho, mucho tiempo, y el carro se detiene en un campo verde.
"Mamá, hermana, ¡no volveremos a pasar hambre ni frío!".
La hoguera del campamento de los avgin calienta la larga noche, y el niño escucha las historias que cuenta su hermana mientras espera el amanecer.
"Kakavasha, tú también seguirás adelante con la bendición de la diosa y lograrás lo que nosotros no pudimos lograr. Que tu viaje sea siempre pacífico y que nunca se descubran tus planes".
La luz dorada del sol se refleja desde su sueño hasta su hogar en la realidad, y las transacciones y los números vuelven a aparecer ante sus ojos.
Abre la mano que tenía cerrada con fuerza...
Parece que no hubiera logrado asir nada, pero aún nota los restos de un pulso cálido.