Antes le encantaba capturar el momento en que las flores del ciruelo estaban a punto de marchitarse y mantenerlo vívido con ella.
Han pasado muchos años desde entonces. Muchas formas de vida (revoltosas, dulces y de todas las maneras) han florecido en sus manos, pero las flores del ciruelo siguen marchitándose en ese instante predeterminado.
Han pasado muchos años desde entonces, pero el rostro en el espejo todavía luce idéntico. Sin embargo, en la escala de todo el cosmos, ¿ella mantendría su frescura solo por un momento fugaz?
"Si todo está condenado a fenecer, ¿cuál sería el propósito de la creación?".
Después de un silencio que parece extenderse hasta la eternidad, el viento arrastra las flores al suelo, y la respuesta de la persona en el espejo es la misma de siempre.
"Para el día en que ya no conservemos la flor del ciruelo".
Acaricia la superficie helada del espejo. Soliloquios de esta índole habían ocurrido demasiadas veces como para poder contarlos.