Sintió como si cayera al fondo del mar. Todo lo había abandonado, y lo único que le quedaba eran pensamientos que saltaban y luchaban en el vacío.
El miedo, la inquietud, la soledad, la oscuridad, la ira... Esas emociones no se disiparon con su cuerpo físico, sino que se conservaron de un modo distinto en la carcasa mecánica, más opresivas aún.
Oyó los gritos de los difuntos, percibió el olor a quemado, un zumbido de maquinaria le rondaba los oídos, y la nueva sangre azul fluyó hacia su sediento corazón... Algunos recuerdos crueles salieron a flote, mientras el odio imborrable se convertía en una débil luz en la oscuridad. Siguiendo la luz hasta el final, salió del agua con sus últimas fuerzas.
Abrió los ojos y, después de los cegadores destellos, escuchó las felicitaciones de la sanadora...
"Bienvenido de nuevo a este mundo".
Apretó fuerte los puños, hechos ahora de acero...
Ya no viviría para sí mismo.