Durante ese experimento secreto, todo tipo de ilusiones aparecían, intentando estorbar su avance.
Suaves susurros le instaban a abandonar ese tema de investigación tan peligroso, ¿por qué arriesgar la vida?
Una fría voz amenazante le advertía que quienes caminan por la delgada línea entre la vida y la muerte acaban muriendo entre llamas.
Y otras voces indignadas lo acusaban de sacrílego y pedían a gritos arrojarlo al cadalso como un criminal.
"El telón también ha de acabar cayendo para el espectáculo que es la vida".
Él cierra los ojos, aferra la Yesca divina y deja que el dolor ahogue su alma moribunda.
Primero, su mirada decidida. Luego, su corazón palpitante. Y, finalmente, toda su alma... Él mismo se arroja a las llamas de forja más puras e intensas.
Las voces entran en ebullición y luego caen en un silencio absoluto.
En medio de la oscuridad, la verdad brillante empieza a tomar forma en sus manos.