Las olas se agitan y su rugido resuena en el horizonte.
Los peces nadan en ese mar vacío, la antigua espuma se arremolina, y parece que aún se oye el eco de aquella melodía.
"¡Noble princesa, únete a nuestro festín!".
Para responder a este llamado de las profundidades, ella bailó con la marea oscura hasta quedarse sola en el grandioso escenario.
"Maestra de la espada del océano, ¿por qué guardas silencio, por qué cantas?".
A cada paso sobre la tierra, soportaba el dolor y cantaba en raras ocasiones. Solo su hoja carmesí entonaba el lamento de la vida.
"Dux Gladiorum, ¡ven conmigo a conquistar el mar de estrellas!".
Cuando encontró esa luz ardiente, tomó al fin el arco de su violín, creyendo que ese sería el comienzo de la celebración.
...
"Hysirenia... Hysirenia... Cuando termine tu canción, ¿hacia dónde nadarás?".
Cuando las esperanzas vanas se hacen añicos, ella siempre responde a las preguntas de la gente con una melodía solitaria, y acaba hechizando a todos los que la escuchan.
O quizás... ya sea en el mundo humano o en las profundidades del mar, la única que verdaderamente escucha es la intérprete.