En su interior se encuentra la vista más popular del distrito administrativo de Belobog: el Monumento del Siempreinvierno. Los transeúntes que pasan por allí pueden notar la mirada cálida y lejana que los protege en todo momento.
Hace varios milenios, Jarilo-VI aún tenía un clima favorable durante todo el año y un entorno oceánico envidiable.
En los bosques crecían frutas jugosas, las mareas traían una calidez húmeda y el vino de ambrosía corría como el agua de manantial para quien lo quisiera beber. Sus habitantes eran energéticos y estaban llenos de inspiración. Construían carreteras, ciudades, mansiones al lado del mar y palacios grandiosos. Cada día comenzaban la mañana con una taza de café al amanecer y terminaban el día con una jarra de malta.
Pronto, los raíles estelares conectaron el mundo de Jarilo-VI y trajeron el comercio interestelar y tecnologías de más allá del cielo.
Al principio, los visitantes de otros mundos venían por la geomédula, un mineral transparente que contenía la sangre que proporcionaba energía a las industrias y cuyos reflejos de color ámbar reflejaban el brillo de la Conservación. Más tarde, viajeros de otros mundos se establecieron allí para vivir una vida tranquila. En Jarilo-VI no faltaban bahías pintorescas, altas palmeras y melodías alegres, lo que lo convertía en un destino perfecto para los viajeros cansados. La gente creía que, con el tiempo, este planeta de clima tropical se haría muy famoso en toda la galaxia.
Hace unos mil años, un Estelaron cruzó el cielo y cayó en Jarilo-VI.
El planeta se vio envuelto en el caos, como una farsa absurda. Las violentas legiones de la Destrucción descendieron desde las alturas y las llamas de la guerra se extendieron por todas partes. Los Arquitectos construyeron muros y demarcaciones defensivas y erigieron estatuas de cientos de metros de altura para luchar contra la monstruosidad con forma de dragón. Pero, poco después, el Hielo Eterno los tomó por sorpresa y se tragó todo, ya fuera amigo o enemigo. El planeta entero se sumergió en un silencio absoluto. Una enorme barrera espacial invisible cubría la ciudad amurallada, como la luz de una vela que se protege con las manos durante una noche de viento. Así sobrevivió la civilización.
Más tarde, esa ciudad se llamó Belobog.