En su interior se encuentra la Floresta del Misterio de Elisios. Aparta las doradas espigas de trigo y caerás por el profundo hueco de un árbol. ¿Eh? ¡Cuántas hadas! ¿Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete? No, ¡do, re, mi, fa, sol, la, si!
"Je, je, pequeñas, ya está aquí otra vez la época de la cosecha de la Floresta del Misterio. ¿Qué deberíamos hacer?", preguntó con una sonrisa el jefe de la aldea mientras se acariciaba su larga barba blanca.
"¡Un festival de la fermentación!", gritaron a la vez todas las hadas.
Al principio, la Floresta del Misterio era un páramo estéril. Un niño y una niña de Elisios trajeron semillas del exterior y enseñaron a las hadas cómo plantarlas. Cuando las semillas germinaron y brotaron, las hadas siguieron el ejemplo de los niños y recogieron el néctar de las flores de las parras, por donde revoloteaban las abejas doradas de patas peludas. Después, de las flores crecieron los frutos. Cuando llegó la época de la cosecha, las hadas se reunieron, cantaron canciones y celebraron animados banquetes hasta bien entrada la noche. ¿Y después de eso? Guardaron en botellas el néctar que habían recogido ese año, lo enterraron en el suelo y esperaron a que fermentara y se convirtiera en una medicina milagrosa que curara el frío del invierno y los dolores del crecimiento.
Y así es siempre el festival de la fermentación.
Pero este año, el jefe de la aldea sacudió su larga barba blanca y preguntó: "¿Alguien ha visto a Relimem?".
Las hadas buscaron y buscaron hasta que encontraron a Relimem durmiendo plácidamente en la puerta de la casa del árbol. Parecía que estaba soñando algo maravilloso y le colgaba una burbuja de la comisura de los labios. La curiosa Milimem se acercó y la oyó murmurar en sueños: "Fai, Rene, prometieron regresar. Tenemos que beber el licor de plumipinchos todos juntos".
En el sueño, Relimem se había convertido en un gigante, lo suficientemente grande como para tapar completamente el hueco del árbol por el que se entraba a la Floresta del Misterio, y los dos niños no podían entrar. Fai y Rene intentaron hacerle cosquillas en las orejas a Relimem con un junco, saltar sobre su barriga y gritar su nombre a pleno pulmón, pero Relimem estaba durmiendo demasiado profundamente y no se despertaba de ninguna manera.
"¡Oh, no! ¿Será que Fai y Rene nunca regresaron porque yo bloqueé la entrada?".
El corazón de Relimem empezó a latir apresuradamente en el sueño.
"¡Achís!".
Relimem estornudó y por fin despertó. Uf, al menos no se había convertido en una Relimem gigantesca que bloqueara la entrada, pero ¿por qué la estaban rodeando tantas hadas?
"¿Y Fai y Rene? ¿Están aquí?".
Las hadas sacudieron la cabeza. Ya no recordaban cuántos festivales de la fermentación habían pasado desde la última vez que habían venido.
Relimem volvió a entristecerse. De haberlo sabido, se habría quedado en el sueño un poco más.
La pequeña Relimem no sabía cómo describir ese sentimiento. Si tuviera que expresarlo, diría que era como cuando llega el último día del verano y liberas a las luciérnagas que tenías en un frasco de cristal.